Va a invadirme la histeria, sin filtros, la actitud de choque, el convulsionado llanto, la inexplicable sucesión de hechos, la natural sucesión de hechos.
Aparecerán las caras resignadas, con la tristeza impresa más allá de cualquier otro sentimiento; los recuerdos ante todo, en cámara lenta, como si fuera yo la que se estaba perdiendo allá, en donde nadie lo alcanza.
Odio saber lo que se venía sin esperarlo e intentar revertir el tiempo: el
seis en el doce, el tres en el nueve para poder sujetar las horas, para retenerlas, para aprovecharlas.
Surgen los planes tardíos con la conciencia saturada de culpa: culpa ante tanta soledad causada y evitable.
Mantengo los ojos secos para ver lo que se fue, para ver a los que se quedaron con el alma fuera de los cuerpos inmóviles, inservibles y vacíos.
Camino por los lugares ya marcados por una presencia perenne, se destruye lo cotidiano para arribar en el llanto. Todo hasta que la superación o la otra muerte llegue, la que provoca ese negro impenetrable en tus ojos.
La botella se va vaciando de a poco, el agua se desvanece, el polvo la apura y nadie se molesta en evitarlo.
¿En qué momento el quiebre permite volver a lo de todos los días?¿Cuando la llanura en tu mente va a permitir que se vaya? Terminó su noche, ya puedo dormir, ya puedo soñarlo.
Agosto de 2007
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