viernes, 26 de octubre de 2007

Cuando pasó me obligué a dejar de sufrir, de llorar, de sentir. Ahí empezó esa pelea, ese conflicto interminable conmigo misma.
Siempre fui una persona sensible, de buen carácter aunque algo incontenible; en pocas palabras, saltaba con facilidad. No lograba conseguir esa paciencia, esa espera a que todo se calmara.
Con ese sentimiento de apatía externo luchaba mi interior. Algo así como la banal guerra entre hermanos; algo así como la guerra y punto.
Y es que realmente había sido así: dos cuarteles enemigos y un mismo general que recibía órdenes de una misma cabeza.
Antes de que pasara sufría de soledad; apenas pasó, un remolino de sentimientos comenzó a invadirme: había mucha esperanza y tristeza, incredulidad, algo de rencor, otro poco de paz, pero ese pasaba inadvertido, no podía sentir paz, no estaba dando la décima oportunidad.
Y al final, antes de esta apatía estéril nació el odio. El odio hacia él por no haberme querido en serio, y el odio hacia mi misma por haber llegado a una sensación tan rastrera como esa, como ese.
Me pregunté muchas veces en quién me había convertido. Por qué había estado dispuesta a cambiar lo mejor de mí; para qué si eso había sido la bomba de tiempo que terminó por estallar.
Maldita y mil veces odiada inseguridad. Llegó para destruir ese castillo de humo, con bases de aserrín y unas brisas rojas y verdes tan suaves que resultaban imperceptibles para el resto. Con qué derecho había llegado a apoderarse de tanto, de tan poco… “Me llamaron” dijo muy convencida la inseguridad. “me obligaron esas de ahí, las dudas”. Malditas dudas me dije, quién les dio el derecho de meterse en mi cabeza. “No fue nuestra culpa” respondieron presurosas, “fue más bien una actitud egoísta de ese, tu cuartel general: el corazón”. “¡Maldito corazón!” exclamé exasperada, “¿Quién te dio permiso de sembrar esas dudas, que devinieron en inseguridad y que fue la bomba para destruirlo todo?”
“No fui yo” dijo el corazón, “fueron esas efímeras oportunidades, las falsas, las que nunca estuviste dispuesta a dar”
“No es mi culpa” le dije contrariada” yo estaba en mi derecho de…”. “Destruir” me dijo mi cabeza sin rodeos. “No hay apatía, ni exterior o interior. Tu conciencia estuvo lúcida. No hay culpa, sólo destino, sólo el ser, sólo el nunca será”
Caminé entonces por esa avenida llana, sin movimientos bruscos, sin sal para resbalar por mi cara, por mis labios, sin entender el estremecimiento que ya no me quería dejar ir.
Saludé sin acertar a quién, y volví a ser el mismo ser mecánico de siempre. Ese tan aborrecido por su vulgar rayón en la normalidad. Seguí mi vida sin siquiera darme por enterada de que no iba a ninguna parte.

Felicidad

Es inestable. Ciertamente, no se puede confiar en ella. Pero existe esa trampa en la que caemos, la que nos hace sentir que por fin empezó nuestra vida perfecta, sin darnos cuenta de que la perfección se hace de imperfecciones, de lo diario y normal.
Nos aferramos a ella como al último hálito de vida de alguien muy querido. Mantenemos una absurda obsesión por trabarla en nuestra casa, en nuestro cuerpo; ahí es cuando deja de ser buena: cuando para el auto mal estacionado y se baja de nuestra vida, dejándonos desamparados bajo la lluvia de realidad. Cae con fuerza y trae gritos incomprendidos, decididos a no soltarla, y rayos que parten la esperanza que había llegado con la frase: “me hacés muy feliz”.
La felicidad no empieza por ser adquirida a cualquier costo. No se trata de pisar cabezas y destrozarlas, porque en definitiva todo lo que empieza mal va a terminar peor.
Mejor empezar derechos, porque es mentira que la felicidad se esfuma, como también lo es que te espera. A la felicidad no le ponés límites: llega cuando tiene que ser, y se va de la misma y silenciosa forma.

martes, 23 de octubre de 2007

Para mí, para los que se quedaron

Va a invadirme la histeria, sin filtros, la actitud de choque, el convulsionado llanto, la inexplicable sucesión de hechos, la natural sucesión de hechos.
Aparecerán las caras resignadas, con la tristeza impresa más allá de cualquier otro sentimiento; los recuerdos ante todo, en cámara lenta, como si fuera yo la que se estaba perdiendo allá, en donde nadie lo alcanza.
Odio saber lo que se venía sin esperarlo e intentar revertir el tiempo: el
seis en el doce, el tres en el nueve para poder sujetar las horas, para retenerlas, para aprovecharlas.
Surgen los planes tardíos con la conciencia saturada de culpa: culpa ante tanta soledad causada y evitable.
Mantengo los ojos secos para ver lo que se fue, para ver a los que se quedaron con el alma fuera de los cuerpos inmóviles, inservibles y vacíos.
Camino por los lugares ya marcados por una presencia perenne, se destruye lo cotidiano para arribar en el llanto. Todo hasta que la superación o la otra muerte llegue, la que provoca ese negro impenetrable en tus ojos.
La botella se va vaciando de a poco, el agua se desvanece, el polvo la apura y nadie se molesta en evitarlo.
¿En qué momento el quiebre permite volver a lo de todos los días?¿Cuando la llanura en tu mente va a permitir que se vaya? Terminó su noche, ya puedo dormir, ya puedo soñarlo.

Agosto de 2007

sábado, 13 de octubre de 2007

El cursor titila de forma insolente, quieta y desafiante. Se desliza suave sobre la irrealidad virtual. Algunos lo ven como un don, yo mantengo que es una maldición.
Parece ser que la normalidad no es suficiente, que lo común, diario, rutinario o lo que sea, no me llenan como deberían. Escapa a mi entendimiento el atinar en el teclado.
Más que nada, parece que van solas, caminan e invaden. Se forman en mi cabeza para despedirse dos segundos después.
Cuando la incoherencia empieza a tomar el papel protagónico, decido parar, decido seguir. Me obligo a decir que nadie tiene que entenderme; pero a veces resulta necesario no dar explicaciones, no girar demasiado al ritmo de este desahogo imperioso, a veces la tranquilidad, la seguridad, se hace desear; lamentablemente la paranoia ocupa su lugar feliz de volver. A veces, tarda años en irse, otras, encuentra una muerte abrupta y veloz. Hoy... espero eso.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Alumnitos


Que situación (a falta de una palabra mejor) increíble. Parece que hoy, la suerte (de la mala), se había quedado con nosotros cómodamente acurrucada en nuestros planes. Respiró tranquila mientras el humor se aceleraba al punto de no querer volver a vernos, de hacer renacer odios despiertos pero bien ocultos, de suplicar al día, a la vida, a Dios y/o a quién fuera más efectivo por una solución.
A pesar de todo, nunca llegó.
Y él, tan feliz con su mentira gritada a los siete vientos, con sus paralelismos obvios para nosotros, confusos para él, tan feliz recorriendo el mundo como si fuera tan poca cosa que los llantos empezaran a brotar, los pelos a suicidarse y las uñas a llenarse de ajenos…
Salta a la vista el ensañamiento inmoral de reverendo individuo para con nosotros, cinco personas tan inocentes que inspiran vergüenza, tan abatidos que inspiran desconfianza, con tanta desolación que lograron un miserable y tacaño tres.

martes, 9 de octubre de 2007

Angel




No es a modo de justificación. Más que nada… soy así, dueña de un alto grado de enajenación mental. A veces reniego de mí, de yo, de esta yo: una efímera y constante ida y vuelta, soledades repentinas y mis lápices de cartón queriendo escribir una historia que se esconde acá mismo.
Muchas veces me he encontrado caminando por ruinosos lugares en los cuales cumplir mi penitencia. Descubrí imitaciones reales de luces azules y verdes cuando sólo busco luz blanca, pensamientos extraños que se asemejan a inentendibles fragmentos de inentendibles libros, claros ejemplos de una locura que me niego a dejar ir.
Un ángel que busca, pide, llora y no lo ves… ya es hora de que lo dejes salir, llegó el momento de aceptarlo con todo su equipaje.

domingo, 7 de octubre de 2007

Para un futuro papá

Sin aviso alguno, va a llegar un momento en el que vas a tomar un camino con la certeza de que tu vida está por cambiar para siempre, que radicalmente vas a dejar de ser ese para ser este. Y ni siquiera es una elección puramente conciente. Son sólo las ganas de recorrer lo que te toca, de conocer la razón de ser, de estar y vivir.
Cuando ese día llegue, vas a mirar atrás pensando en que todo eso que hiciste mal y todo lo que hiciste bien tuvo que existir para desembocar acá. Ni siquiera te acordás de los arrepentimientos, trabajaste y sufriste tanto… armaste planes, la cuidaste, valió la pena. No hay nadie como él para igualar la felicidad a la preocupación, nadie como él para crear esa sensación que nunca más te va a abandonar, pero que agradecés con toda el alma, con todo el amor que te generó. Te merecés esa felicidad, suerte en esta vida que desde ya te ha dado tanto.
Supongamos que lograste cumplir el sueño frustrado, la cuenta pendiente… ¿Qué se siente? Además de rimar, mantiene un aire de reflexión. Probablemente ya hayas encontrado otra cosa sin realizar, otro motivo por el cuál seguir. Podríamos decir que esta dialéctica forma de vivir es cansadora, que todo sea un eterno comienzo y un inacabable fin, aburre. Cambiemos de perspectiva, ¿para que mantener esas posturas tan faltas de emoción y movimiento? Si nos desviamos, puede salir mal pero la adrenalina es impagable.
A ver un ejemplo: es entendible si alguna vez, después de determinada cantidad de fracasos pensáramos que es inútil enamorarse, que resulta insoportablemente doloroso que las cosas se acaben, que nos volvamos (y nos traten de) locas: por las actitudes, por las vicisitudes que acarrea el arriesgarse en algo. Quizás no se aplica el ejemplo a la explicación, será porque me considero una delirante innata Es fácil hacerse la desquiciada para lograr diferenciarse del resto de pulposos cerebros llenos de materia rosa, es difícil serlo realmente, es complicado hacerse entender. A pesar de todo, debo decir que no me fue tan mal, que lo que antes resulto ser una maldición, resulta ser ahora, una recompensa por algún esfuerzo hecho, esporádicamente, a lo largo de tan corta vida. Acá termino, sin terminar la idea. No se porqué se borró. No debe haber sido importante.

jueves, 4 de octubre de 2007


Caminando me di cuenta de que, a mis ojos, las cosas estaban más verdes. Sí…más. Y me sorprendió, de alguna forma, el salto que dieron los sentimientos, los acontecimientos. Cambiaron de punto de vista. Pude comprobar y reafirmar que las segundas oportunidades sí existen, sólo hay que elegir a quién dárselas.
Y todo por un simple “te quiero” dicho al oído, o una llamada que sorprende cuando el día parece no acabar nunca.
Después llega la sonrisa interminable, los comentarios ante la rareza del buen humor que no aparece demasiado seguido, los sueños, las almohadas perfumadas y la música especial.
Puedo ver que los planes a largo plazo no son necesarios, que las determinaciones y la seguridad le dan la mano al tiempo. Así que nada más queda vivir, acompañar a los días y “sacarle jugo” a lo que tenemos hoy.