La imaginación es subestimada constantemente. No creen en sus poderes curativos, en su tratamiento de sueños lejanos pero con una visibilidad densa, precisa por su irrealidad, perfecta por su eterno sinfín.
Nadie ve su inocencia, su contacto suave y la inevitable sonrisa sumisa que le sigue. No entienden la emoción de volver a sentir esperanzas. Falsas, pero no importa… ¿acaso había soñado con volver a sentirlas? No pedí por perfección, sólo pedí.
El juego de las miradas cruzadas ya terminó. Solamente necesitaba una mano que me ayudara a salir. Ahora sí, puedo seguir sola. Mancharme la ropa y el cuerpo de barro en el intento, hacer brotar sangre de los dedos gastados y pelear; pelear contra los truenos perdurables que retumban en mi cabeza, contra la manía de caminar en círculos y nunca ir para adelante, derecho, con inevitables y obvias anomalías pero libre al fin. Libre.
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