domingo, 17 de agosto de 2008

Hace muchos meses decidí no escribir por un tiempo, por el simple hecho de no despertar verdades dormidas, por la tonta razón de no sentir.
Pero los que escriben saben que no es posible, que se escribe en un papel de caramelo, en el barro con un palito, en la mente; se escribe para desahogar el tapón que se forma después de tanta presión hecha en la salida.
Tener el papel y la lapicera enfrente (sí, hubo papel antes de la tecnología), hacen que me plantee más de lo normal, me obligan a formar frases, a ordenar las oraciones, a darle curso a esta tristeza que ha vuelto.
Sé lo que se viene: es esa vida a la que miro desde afuera, y ni siquiera como una espectadora VIP, no…. Más bien como la chica que vende entradas y que se queda en una desapercibida esquina.
Vuelvo al papel porque me sacan algo importante, trato de que esta hoja me ayude a pasar por la quimera que se viene, intento sobre todo entender.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo pienso que de no escribir terminaría siendo “emo”, o alguna de esas cosas. Sospecho que esas criaturas, vacuas y prosaicas, son el producto de una sensibilidad oprimida por la carencia de una mínima retórica. La escritura se necesita, como llave de escape de gran parte de la basura que uno acumula. A veces, por eso, siento que mientras más informe y colérica, más grotesca, pueda surgir, más útil es a su fin primero.

Bueno, pasaba para comentar que desde el momento en que se me ocurrió nombrar tu blog en el mío, supe que podía ser peligroso, y hasta que con seguridad lo sería. Pero ya está... Igual, el pobre blog está lo suficientemente abandonado como para que lo olvides pronto y no vuelvas a visitarlo.

¡Adiós! ¡Suerte!