Capítulo I
Caminé con los ojos cerrados por el cordón de la acequia, toda una aventura considerando el grosor del pequeño e improvisado puente. No sabía a donde estaba yendo, nada más mantenía una fe ciega en algo que no entendía del todo.
Mi actitud ante los retos siempre había sido la misma: perseverar y llegar, dos cosas que iban de la mano en mi cabeza.
Un bocinazo me sacó del juego y me empujó a la realidad. El día estaba gris, era eso lo que no quería ver. Desde chica, los días grises habían sido premonitorios de algo malo, sería por eso que los inviernos los padecía con intensidad. Y en verano, cuando había un día que opacaba el sol era peor, porque lo malo rompía el orden natural de las cosas. Así, un día gris de verano el amor me echó de su casa y cerró de un portazo, otro me atropelló un auto que hizo que nunca más volviera a correr y otro, te conocí.
(Continuará....o no)